La monitorización de inversiones es una de las principales herramientas para el control de riesgos, el viejo proverbio de que el ojo del dueño engorda el caballo es bien cierto aquí. Las grandes inversiones requieren de los distintos stakeholders que coparticipan el seguimiento del proyecto. Si bien los objetivos de cada participante son  diferentes, el objetivo mayor de llevar a buen fin el proyecto aúna el trabajo de los distintos técnicos. No es inusual encontrar en una obra el project manager de la constructora, el técnico del comprador final, el tasador (obligado por el Banco de España) y el project monitor de la entidad bancaria. ¿Demasiados técnicos? No en nuestra opinión, pues cada uno vela por los intereses de un stakeholder diferente.

Un error observado en alguna promoción es utilizar a un mismo técnico contratado por la promotora para realizar informes para el comprador final, un inversor y una entidad financiera. Craso error. Estos técnicos aportan el punto de vista de la promotora y usualmente sus informes de monitorización son balsas de aceite donde nunca ocurre nada. En un proyecto ocurren situaciones constantemente que hay que controlar y riesgos que hay que evitar que sucedan. La excusa del ahorro de costes no debe ser óbice para que cada stakeholder tenga en las inversiones importantes un perito de parte que fiscalice el desarrollo del proyecto.

La monitorización puede ser un pequeño coste añadido para una promotora, pero sin duda un ahorro para la entidad bancaria y la mejor manera de evitar riesgos.

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